23 de marzo de 2013

El comienzo.

Un gran estruendo sonó.
No hice más que enmudecer.
Me dejé caer como si la vida fuera una cascada.
El vacío me llenó.
Sentí y me dejé.
Caí y decidí nadar.
Volé hacia el cielo y sobrepasé la tormenta.
Su sensación fue estremecedora pero,
aún así, no pude con la situación.
Un humano, está comprobado, que aprende
más con lo malo que con aquello que es bueno.
Volé sin rumbo pero sabía,
inconscientemente, adonde me dirigía.
Me cortaron las alas, y volví a caer.
Duro fue.
Y ahora estoy aquí, escribiendo para olvidar.

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